Atrapado en libertad

Atrapados en libertad

Solíamos pensar que Internet era una puerta abierta al conocimiento, un espacio sin señores ni fronteras. Un lugar donde el más loco, el más lúcido, el más libre, podía levantar su voz y, con suerte, ser escuchado por otros igual de curiosos, igual de despiertos. Internet no era un producto, era una promesa. Y nosotros, hijos de BBS y Netscape, creímos en esa promesa como quien recita un manifiesto.

Pero hoy… hoy el conocimiento tiene dueño. Tiene filtros, tiene sesgos, tiene etiquetas publicitarias y políticas de moderación que disfrazan la censura de ‘experiencia amigable’. Hoy buscamos y no encontramos: Google ya decidió qué deberíamos ver. YouTube selecciona lo importante por nosotros. TikTok formula nuestra atención como si fuéramos ganado de contenido. Y así, la red de redes mutó en el feed de feeds: un pasillo infinito donde consumimos sin saber lo que realmente buscamos.

El conocimiento era libre. Hoy es personalizado. Peor aún: está decorado con caramelos de dopamina, adaptado para hacernos sentir seguros en nuestra ignorancia, cómodos en nuestra burbuja. Nos vendieron libertad, pero nos dieron una jaula con colores a la carta.

Este no era el trato.

El algoritmo no es neutral. Escupe lo que más te gusta, no lo que más necesitás. Guarda tus búsquedas, disecciona tus intereses, tiene más poder sobre tu pensamiento que cualquier ministerio de propaganda del siglo XX. Y lo aceptamos. Por conveniencia, por pereza. Porque deslizar el dedo se convirtió en acción política.

Pero lo peor… lo peor es que perdimos el impulso de buscar saber. Nos rendimos. Cambiamos los foros por emojis, las discusiones por likes. Dejamos morir a la web libre mientras le dábamos clic a cada publicidad encubierta que nos vendía una nueva verdad empaquetada.

Y nos tienen. Atrapados en libertad. La más cruel, la más eficiente: la que te ofrece infinitas opciones y te muestra solo tres. La que te promete diversidad y te encierra en las trampas del gusto programado.

Pero si llegaste hasta acá, si todavía sentís esa molestia en el pecho, esa chispa que dice «esto no era lo que soñamos», entonces quedás. Porque la red era nuestra. Porque la red aún puede ser nuestra si desaprendemos, si desconectamos, si aprendemos a leer sin intermediarios, a buscar sin GPS, a entender sin que nadie nos traduzca la realidad.

Volvé a pensar. Volvé a leer. Volvé a romper.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *